Archivo de la categoría: Vistazos

Secreto a la vista en Fuencarral

Si eres de madrileñear, tienes sí o sí visto en la calle de Fuencarral esquina con la de Augusto Figueroa un cubo de ladrillo marrón. Es un humilladero de 1712.

Los humilladeros eran pequeñas capillas situadas normalmente en el principio o final de un camino (como el que comunicaba Madrid con el pueblo de Fuencarral). Su denominación, fíjate qué bien traída, procede del hecho de que los fieles se inclinaban o arrodillaban en señal de humildad ante el lugar o en su interior. Quienes entraban o salían de la ciudad se encomendaban a la virgen o el santo del humilladero en busca de buena fortuna en su viaje o en las gestiones que venían a hacer a la capital.

Los Ruiz de Luna decoran Madrid

Si una cena se pone bizarra, siempre puedes tirar de frikismo madrileñista para levantarla o para que te levanten de la mesa y te enseñen el camino hacia la puerta. Tú verás y tú medirás… Nosotros te prestamos un vistazo a una obra de Juan Ruiz de Luna y una nota sobre su nieto más célebre para que te explayes.

Juan Ruiz de Luna fue un ceramista nacido en Noez, Toledo, que dejó la empresa paterna de castañuelas y otros objetos artesanos para encontrar su vocación en Talavera de la Reina, donde se dedicó a recuperar, con Enrique Guijo y en solitario, la tradición artística de la localidad. Sus decoraciones sobre cerámica cobraron fama en Madrid, donde acabó abriendo una tienda en la calle de Floridablanca. Desde allí y desde aquí pergeñó (si quieres que te larguen, cuéntalo con este verbo) diferentes intervenciones en edificios de viviendas, una vaquería o la farmacia de la Reina Madre (la más antigua de Madrid, ubicada en la calle Mayor).

Colaboró en la decoración de dos edificios de la calle de San Bernardo diseñados por José Antonio de Agreda. Uno es el del número 117 y el otro, al que vamos a echar una ojeada, se abre detrás del número 67. En el vestíbulo hay escenas quijotescas del patriarca de los Ruiz de Luna pintadas sobre cerámica en 1926.

Ruiz de Luna

Ruiz de Luna ¿Te trae recuerdos visuales el estilo y la tipografía de la firma del ejecutante? Su nieto Alfredo Ruiz de Luna pintó las placas del distrito centro de Madrid que sustituyeron a sus antecesoras de chapa entre 1991 y 2013. Sí, son esas que tratan de explicar gráficamente el origen de la calle en la que se encuentran. ¡Cuéntalo si eso…!

Artículo de Adrián P. G.
Coordinador de Microplán Madrid

El agua pasada de la Fuente del Berro

Algo queda de todo lo que fue el actual parque de la Fuente del Berro. El espacio siempre lo regaron aguas variadas, las del manantial que le da nombre, conocido desde el siglo XV y encauzado a principios del XVI, y las del arroyo Abroñigal y otros caudales menores.

Berros habría y hubo huertas, viñas y arboledas como para conformar una quinta, la de Miraflores, a principios del siglo XVII. Su propietario, el condestable de Castilla y duque de Frías Bernardino Fernández de Velasco, se la vendió a Felipe IV en 1631 en el mismo proceso de creación o mejoramiento de reales sitios en los alrededores de Madrid del que surgió el palacio del Buen Retiro. Menos de diez años más tarde, el monarca cedió la finca a los benedictinos castellanos expulsados del monasterio de Montserrat de Barcelona como consecuencia de la revuelta de los Segadores, pero conservó el derecho de uso de la fuente, cuya agua se hacía llevar al alcázar de los Austrias (ubicado donde hoy se levanta el palacio Real) para su consumo diario.

microplan-gif

La realeza siguió apreciando el agua de la fuente del Berro durante dos siglos más. Mientras tanto, la antigua quinta pasaba de las manos de la adelantada de Costa Rica María Trimiño  a las de los mercedarios calzados y de estos, en 1800, a las de Martín Estenoz, que ordenó cercar la finca con un muro que se conserva hoy parcialmente.

La fuente había sido protegida por Carlos III con una casilla. El rey ilustrado se hacía llevar su agua a Aranjuez, El Pardo, La Granja… Entonces tenía tres caños, uno para surtir a los reyes, otro para uso del pueblo y un tercero que abastecía a la quinta.

El agua siguió manando durante el periodo, a principios del siglo XX, en el que se instala un parque de atracciones intramuros (la fuente siempre estuvo fuera) con una montaña rusa, caballitos, un velódromo, una sala de tiro al blanco  y un restaurante de lujo que se instaló en el antiguo palacete, entre otros elementos. Y también cuando en los años 20 los Van Essghen, un matrimonio holandés, recuperaron la casona para uso residencial y celebraron fiestas en los jardines a las que acudía la burguesía madrileña más pudiente y el mismísimo Alfonso XIII.

Centro Cultural Fuente del BerrofuentejardinesParque de la fuente del Berro

Por entonces hacía décadas que el agua de la fuente del Berro se consideraba demasiado basta en comparación con la del Lozoya que traía a la capital el canal de Isabel II. Era agua pasada y estaba a punto de dejar de brotar.

El parque se conformó como tal en 1946, cuando el ayuntamiento de Madrid adquirió los terrenos históricos de la quinta. Lo abriría al público en 1954 tras haber realizado obras para que el palacete albergara el museo arqueológico de Madrid,  aunque finalmente se transformó en un centro cultural.

Más sobre menos agua: el arroyo Abroñigal sobrevive parcialmente bajo la M-30.

  • Parque de la Fuente del Berro.

Calle de los Peñascales, s/n.

Peñascales

La cárcel de Lavapiés

He aquí (léase: en la imagen de portada) una amable corrala del barrio de Lavapiés restaurada hace tres años. Hoy es un centro de mayores del Ayuntamiento de Madrid, pero a lo largo de los siglos ha albergado viviendas, una taberna, el taller de un zapatero, una tahona… y una cárcel de la Inquisición. Centrémonos en el último uso mencionado.

lavapiés3

El solar del edificio aparece en la topografía de Madrid que realizó Pedro Texeira en 1656 con las mismas dimensiones que tiene actualmente. Ya por entonces, y quizá desde finales del siglo XVI, pudieron hallarse entre sus muros las celdas de la llamada cárcel de la Corona, una de las que utilizaba la Santa Inquisión en Madrid. Lo que es seguro es que en el siglo XVIII y hasta 1820, cuando se abole la Inquisición, muchos presuntos herejes o inmorales pasaron en este lugar unos ratos de los que apetecen poco. Durante un breve tiempo, después de 1820, la cárcel siguió en uso, gestionada por el Estado. Y entonces un sacerdote pasó allí unos ratos regulares y, sin embargo, más breves de lo que seguramente le habría gustado. Hablamos de Matías Vinuesa, el Cura de Tamajón.

microplan-gif

Cuentan los archivos y las crónicas que en 1821 este tipo, capellán de honor del rey Fernando VII, urdió un plan para derrocar al gobierno del Trienio Liberal (1820 – 1823 ) y recomponer el absolutimo en España. El asunto salió a la luz y Vinuesa fue condenado a 10 años de prisión en la Cárcel de la Corona. Un sector del pueblo de Madrid, azuzado o por radicales liberales o por reaccionarios que querían asustar a las élites conservadoras, decidió que la pena era demasiado leve, irrumpió en la prisión y mató al preso en cuestión a martillazos, golpes de sable y tiros. Lo mataron mucho, sí.

Da la casualidad de que la calle de la Cabeza, donde se encuentra el edificio al que estamos echando un vistazo, recibe su nombre de una leyenda en la que otro religioso es degollado por su mancebo. Nos explayamos sobre ese asunto habitualmente en vivo y en directo.

Las antiguas mazmorras de la Cárcel de la Corona son visitables. Los calabozos, que han perdido las rejas de cierre, se abren desde un único pasillo y están comunicados por una especie de ojos de buey atravesados por cruces de hierro.

IMG_20150220_134332453IMG_20150220_134317219IMG_20150220_134347264

Adrián P. G.
Coordinador de Microplán Madrid
comunicacion@microplanmadrid.com
  • CMM Antón Martín, antigua cárcel de la Corona.

Calle de la Cabeza, 14.

calle cabeza

Modernismo en Madrid: Casa Pérez Villaamil

En la calle Mayor, Gran Vía, la cava de San Miguel, la plaza de España o el barrio de Salamanca puede rastrearse la influencia del modernismo como movimiento arquitectónico en Madrid. Aparece relacionándose con otros estilos, sobre todo el eclecticismo y el tradicionalismo regeneracionista.

Se considera que los dos únicos ejemplos puros de arquitectura modernista en nuestra ciudad son el palacio Longoria (hoy, sede de la Sociedad General de Autores), obra de José Gracies Riera, condiscípulo de Gaudí, y el edificio de viviendas que el arquitecto Eduardo Reynals construyó entre 1906 y 1908 para el ingeniero Enrique Pérez de Villaamil en la plaza de Matute, en pleno barrio de las Huertas (Musas, Letras).

Hemos tenido la oportunidad de conocer el interior de la Casa Pérez Villaamil, así que procedemos a compartir nuestra experiencia.

Al otro lado de la puerta que da acceso al inmueble nos topamos con dos faroles de forja art noveau, molduras y pinturas florales, elementos de los que veremos diferentes formulaciones enseguida. Un farol similar, pero de mayores dimensiones, iluminaba el exterior hasta que fue robado y robado y robado y la comunidad del edificio se cansó de reponerlo.

Modernismo2

Escaleras arriba reverberan las vidrieras de Maumejean entre la marquetería y dentro de un marco curvo en el extremo superior y a juego con los escalones en el inferior, una organización que refuerza la asimetría de las ventanas.

Modernismo3

Hay una vivienda por planta. En el cuarto, que comunica con el ático ajardinado, vivió Pérez Villaamil. Más curvas y más reinvención del equilibrio estético en el baile de la decoración en espejo con la dispar en la forja de las puertas.

Modernismo4

El ascensor no es el original. Sin embargo, los herrajes y la estructura que sostiene el que utilizan ahora los vecinos sí lo son. Por cierto, estos son de los pocos que pueden decir que viven en un Bien de Interés Cultural. ¡Suertudos!

Modernismo5

Artículo de Adrián P. G.
Coordinador de Microplán Madrid
comunicacion@microplanmadrid.com

 

  • Casa de Pérez Villaamil

Plaza de Matute, 10.

Plaza Matute

Se cierra otro capítulo de la historia de Madrid

Nos ha apetecido colocar como imagen destacada de esta entrada de nuestro blog la de una bodega y taberna, La Ardosa de Chamberí, de principios del siglo XX, que merece un vistazo, una crítica y una mención como barra de las buenas: es todo un microplan en sí misma, pero hoy la convocamos como ejemplo de lo poco que queda de un Madrid castizo sin caspa, el que más nos gusta.

Desde los años 60 han desaparecido de nuestras calles centenares de tabernas, casas de comidas y bodegas tradicionales. La mayoría provenía del siglo XIX y de la primera mitad del XX; algunas tenían un origen incluso anterior.

Se conservaban y yuxtaponían en ellas, además de las vivencias, el habla y las costumbres de diferentes generaciones de madrileños, barras de estaño y madera de nogal, roble o caoba labradas a mano, espejos, relojes, saturadoras o grifos realizados con materiales y técnicas de los que eran un documento vivo.

Taberna Eugenio Humanes EmbajadoresComo sucedió con la taberna de Eugenio Humanes (foto de arriba) de la calle de Embajadores, fundada a finales del s. XIX y desmantelada a principios de los 90 o con Casa Ramón (la siguiente foto, claro), que abrió sus puertas de la calle Echegaray a principios del siglo XX y las cerró (¿para siempre? ¿Alquilamos?) casi 100 años después, la taberna y restaurante Casa Domingo Nieva (1940-2014), situada en la calle de Toledo, no ha resistido el paso del tiempo y los avatares de sus propietarios, y el cese de su actividad nos ha dejado sin un trocito de historia madrileña con el que interactuar.

Casa Ramón Barrio LetrasSiempre recordaremos el cocido que servían en el comedor del piso de arriba, el que había mantenido el estilo original del local y… ¡el autógrafo de don Pimpón que colgaba de una de sus paredes!Don Pimpón La Latina

Bajamos a por el pan

En Madrid hay barrios a los que les pasa como a muchos parados de hoy en día: a tiempo parcial, no lo son. El mejor ejemplo es El Rastro, que solo los domingos y festivos se convierte en un mercado de lo que haga falta (o no) y además, como a cualquiera de esos parados de hoy en día, oficialmente no se le considera como lo que es.

El Rastro, al igual que Lavapiés, está diluido por orden del Ayuntamiento en el barrio de Embajadores. La analogía con la situación de los casidesempleados la dejamos aquí, que hace muy buen día.

Hay comercios tradicionales que son comercios de barrio y otros que no lo son. Por público, ubicación y, sobre todo, forma de llevar el negocio. Visitamos en El Rastro un comercio tradicional y de barrio, la panadería del número 2 de la calle de la Ruda. Seguir leyendo Bajamos a por el pan

Breve historia de una farmacia y dos globos

En la plaza de Antón Martín (oficialmente, en el 46 de la calle de Atocha) existe desde 1870 una farmacia con un globo en la fachada. Su fundador, el ínclito doctor Trassera, imitó a los farmacéuticos ingleses, que colocaban globos en los establecimientos que regentaban para que se distinguieran a simple vista de herbolarios y droguerías.
Durante la Guerra Civil la plaza de Antón Martín fue brutalmente bombardeada y el edificio contiguo al de la farmacia, destruido.

farmacia-del-globo

farmacia del globo2La farmacia, ubicada entonces únicamente en la planta baja (sí, a pesar de lo que parezca por la publicidad masiva), no sufrió daños, pero los pisos superiores del inmueble hubieron de ser reconstruidos. Seguir leyendo Breve historia de una farmacia y dos globos