Algo queda de todo lo que fue el actual parque de la Fuente del Berro. El espacio siempre lo regaron aguas variadas, las del manantial que le da nombre, conocido desde el siglo XV y encauzado a principios del XVI, y las del arroyo Abroñigal y otros caudales menores.
Berros habría y hubo huertas, viñas y arboledas como para conformar una quinta, la de Miraflores, a principios del siglo XVII. Su propietario, el condestable de Castilla y duque de Frías Bernardino Fernández de Velasco, se la vendió a Felipe IV en 1631 en el mismo proceso de creación o mejoramiento de reales sitios en los alrededores de Madrid del que surgió el palacio del Buen Retiro. Menos de diez años más tarde, el monarca cedió la finca a los benedictinos castellanos expulsados del monasterio de Montserrat de Barcelona como consecuencia de la revuelta de los Segadores, pero conservó el derecho de uso de la fuente, cuya agua se hacía llevar al alcázar de los Austrias (ubicado donde hoy se levanta el palacio Real) para su consumo diario.

La realeza siguió apreciando el agua de la fuente del Berro durante dos siglos más. Mientras tanto, la antigua quinta pasaba de las manos de la adelantada de Costa Rica María Trimiño a las de los mercedarios calzados y de estos, en 1800, a las de Martín Estenoz, que ordenó cercar la finca con un muro que se conserva hoy parcialmente.
La fuente había sido protegida por Carlos III con una casilla. El rey ilustrado se hacía llevar su agua a Aranjuez, El Pardo, La Granja… Entonces tenía tres caños, uno para surtir a los reyes, otro para uso del pueblo y un tercero que abastecía a la quinta.
El agua siguió manando durante el periodo, a principios del siglo XX, en el que se instala un parque de atracciones intramuros (la fuente siempre estuvo fuera) con una montaña rusa, caballitos, un velódromo, una sala de tiro al blanco y un restaurante de lujo que se instaló en el antiguo palacete, entre otros elementos. Y también cuando en los años 20 los Van Essghen, un matrimonio holandés, recuperaron la casona para uso residencial y celebraron fiestas en los jardines a las que acudía la burguesía madrileña más pudiente y el mismísimo Alfonso XIII.



Por entonces hacía décadas que el agua de la fuente del Berro se consideraba demasiado basta en comparación con la del Lozoya que traía a la capital el canal de Isabel II. Era agua pasada y estaba a punto de dejar de brotar.
El parque se conformó como tal en 1946, cuando el ayuntamiento de Madrid adquirió los terrenos históricos de la quinta. Lo abriría al público en 1954 tras haber realizado obras para que el palacete albergara el museo arqueológico de Madrid, aunque finalmente se transformó en un centro cultural.
Más sobre menos agua: el arroyo Abroñigal sobrevive parcialmente bajo la M-30.
- Parque de la Fuente del Berro.
Calle de los Peñascales, s/n.

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