Si eres de madrileñear, tienes sí o sí visto en la calle de Fuencarral esquina con la de Augusto Figueroa un cubo de ladrillo marrón. Es un humilladero de 1712.
Los humilladeros eran pequeñas capillas situadas normalmente en el principio o final de un camino (como el que comunicaba Madrid con el pueblo de Fuencarral). Su denominación, fíjate qué bien traída, procede del hecho de que los fieles se inclinaban o arrodillaban en señal de humildad ante el lugar o en su interior. Quienes entraban o salían de la ciudad se encomendaban a la virgen o el santo del humilladero en busca de buena fortuna en su viaje o en las gestiones que venían a hacer a la capital.