Desde finales del siglo XIX empezaron a construirse en Madrid colonias de viviendas que huían del modelo de construcción vertical y hacinamiento humano (ahora vivir en una corrala es guay, pero cuando había en ellas un único aseo para 80 o 125 o 200 personas, ¿qué tal?) que se estaba imponiendo, sobre todo, en el centro de la ciudad, para ensayar un urbanismo más higiénico, amable con sus habitantes y conectado con la naturaleza.
El clásico ejemplo de aquellas intentonas es la Ciudad Lineal de Arturo Soria, de la que queda más memoria que rastro, pero algo hay. La fascinante colonia Madrid Moderno (te quiero para siempre si me dejas vivir contigo allí), con sus hotelitos neomudéjares y modernistas (a la madrileña), iniciada por impulso del arquitecto Julián Marín , es otro ejemplo.
En 1911 se promulgó la primera ley de Casas Baratas en España para promover la edificación de microbarrios con el mismo enfoque orientados, en principio, a la mejora de las condiciones de vida de las clases populares, aunque en la práctica numerosos terratenientes especuladores aprovecharon las facilidades que se ofrecían para urbanizar suelo que ya era suyo o que se apresuraron a acaparar, chivatazos mediante, y construyeron chalés inasequibles para la mayoría de madrileños (Cruz del Rayo, El Viso). Hecha la ley, puestos en danza los solares.
Hubo gremios profesionales que aprovecharon las leyes de Casas Baratas y la de Casas Económicas de la primera mitad de los años 20, que promovían el agrupamiento corporativo (cosas del dictador Primo de Rivera y el encuadramiento social de su época) para construir colonias para los suyos y así surgió, entre otras, la colonia de Ferroviarios que el arquitecto Francisco Alonso Martos levantó entre 1923 y 1926 en Arganzuela, en las actuales calles Alonso Martos (justo reconocimiento a aquel tipo, cosa buena hizo) y Tomás Bretón.
Como hasta los años 80 el Ayuntamiento de Madrid no decidió catalogar y promover la conservación de las colonias históricas del municipio, ha habido cambios por aquí, recrecimientos por allá y disparates varios por acullá en esta y en todas, pero lo que queda merece ser visto y revisto.
Fotos y texto: Adrián P. G.
Fundador y coordinador de Microplán Madrid.
Autor de Dame todo lo que tengo.
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