Lo habitual es que no reparemos en la presencia de estos lagartos, ni en la gran mayoría de cosas que existen y no están a la altura media de nuestros ojos en cuanto a las fachadas de los edificios se refiere. Y es una pena, porque por ello nos perdemos detalles como los que vamos a reseñar aquí y un sinfín de estructuras y adornos más que nos ofrece la ciudad, y que con un simple movimiento de cabeza podríamos descubrir.
El edificio secesionista de Madrid
En el primer número de la calle Mejía Lequerica se encuentra este edificio que fue construido por el arquitecto Benito González del Valle en 1911 para José María Creus y Anduaga, quien poseía un estrecho solar en el que quería levantar viviendas de alquiler.
El edificio consiste en cinco plantas de apartamentos rematadas por (originalmente) tres estudios de pintura y una planta baja ocupada desde su diseño por locales comerciales. La fachada que da a la calle Mejía Lequerica es de grandes dimensiones y sin embargo, las otras dos no tienen más de 5 metros de fondo. Por tanto, las viviendas del resto de plantas son alargadas, con poco fondo y las distribuye un largo pasillo tangente a la medianera, haciendo que todas las habitaciones sean exteriores y ganen en iluminación y ventilación. El edificio tiene un gran número de ventanas, algo propio del racionalismo constructivo de la época. Pero principalmente es un inmueble que denota la influencia del secesionismo vienés de Otto Wagner, en la que los elementos modernistas decorativos se caracterizan por su austeridad, sencillez y simetría.
La fachada de la casa de los lagartos
Que a gustísimo se quedó quien decidió instalar dos farolas en la fachada de este edificio singular… En fin, a lo que vamos.
Ahondemos en las particularidades del frente de la Casa de los Lagartos: la ausencia de balcones y miradores, omnipresentes en la arquitectura madrileña en el s. XIX y principios del s. XX; su homogeneidad y lisura, no hay pilastras ni otros elementos decorativos en relieve; la concepción racionalista de los vanos, meramente funcionales y recortados; los esgrafiados de estilo secesionista vienés (geometrismo y estilización vegetal); y la singularidad más importante de todas: los famosos lagartos de la cornisa, que dan nombre al edificio y que no son salamandras, como hemos leído por aquí y por allá. Los lagartos y las salamandras fueron muy usados en el modernismo como ornamento y los solemos encontrar en edificios, muebles y joyería. Estos lagartos están orientados hacia el tejado del edificio, parecen ir buscando tomar el sol en la azotea, que les gusta, aparte de sujetar la cornisa.

Así que la próxima vez que pasees entre los edificios de Madrid, recuerda echar un vistazo un poco más arriba, pues si no te perderás fachadas con lagartos o llenas de grafitis y murales, por ejemplo.
Texto y fotos de Adrián P. G.