La periferia del centro o el centro de barrio(s) va a ser el escenario de nuestro microplán del próximo domingo, 15 de marzo. Hablamos del barrio de Embajadores, o sea de Rastro y Lavapiés. La cosa va a ser así:
– A las 12:00 nos juntaremos en Libros Cercanos, calle Dos Hermanas, 12, metro Tirso de Molina o La Latina, la librería en la que los ejemplares tienen el precio que cada cual decida pagar por ellos. Además de las donaciones por los libros que te llevas, otra forma de disfrutar de su proyecto cultural y de colaborar en su sostenimiento es hacerte socio por 6 o 12 meses abonando 10 o 20 € respectivamente. Con el pago recibes un carnet que te permite llevarte los libros que quieras durante 6 visitas a la librería si eres socio semestral o 12 visitas si eres socio anual sin ninguna aportación extra.
Por otra parte, en cualquier momento puedes donar libros, dvd’s o revistas. ¡Atiende aquí!: si el domingo les llevas un libro de tu casa, entrarás en el sorteo de un carnet de socio por 1 año y de un carnet de socio por 6 meses, ¡anímate!
– A las 12:15 aproximadamente saldremos a patearnos el Rastro y Lavapiés bajo la fórmula de free tour. Corralas, muestras de arte urbano, una antigua cárcel de macabro historial y los micromonumentos de la zona más castiza y al mismo tiempo multiétnica de Madrid serán algunos de los hitos de un paseo guiado de 120 min que terminará en el punto de partida. Entonces se celebrará el sorteo de los carnets mencionados.
¡Imprescindible reservar, las plazas son limitadas! Información e inscripciones: e-mail reservas@microplanmadrid.com o teléfono 695 97 29 37.
Raúl, alma máter de Libros Cercanos, te cuenta cuál es la filosofía de la iniciativa que lidera:
“Soy librero, y aspiro a ser feliz. La literatura es parte de mí, como el aire que respiro, como el amor que siento por mi mujer.
Podría nombrar librerías que he visitado en casi todas las calles de Madrid, pero aunque siempre he estado a gusto entre estanterías repletas de libros, siempre me ha faltado algo, algo de libertad.
Creo que nos ha pasado a todos, hemos entrado en una librería de viejo, y hemos encontrado un libro con el que hemos soñado desde pequeño, ese olor a usado, a días vividos, a manoseo. Hemos sabido en ese momento que alguien se ha dejado una parte de si mismo leyendo ese libro, y ahora es nuestro turno. Y cuando hemos ido a pagarlo, zas, no tenemos suficiente dinero para cumplir un sueño. Y luego, ¿qué?, frustración, desengaño, e ir corriendo a un cajero a sacar dinero, con la posible sorpresa de la desaparición. ¿Y sí no se tiene más dinero? No todos podemos ser Lorca que decía que si le encarcelaran, pediría medio pan y un libro, en vez de un pan entero. No todos quieren elegir. No todos pueden elegir.
Cuando empezamos a idear la librería, lo que tuve claro es que quería algo diferente, no ya una librería convencional, con novedades y con un catálogo, sino que cada persona pudiera colaborar; donando libros, donando tiempo, donando dinero, o simplemente, donando ideas. Quería una librería donde la palabra libre fuera la bandera. Donde cualquier persona, con el dinero suelto de su bolsillo, pudiera llevarse a casa esos libros que le harían soñar desde esa misma noche, y todo gracias a otra persona que quiso darles libertad, igual que un amor de verano, sabiendo que nunca más volverá, pero que seguro que es más feliz sin ti.
No nos queremos parar solo en eso, sino que el propio local vaya más allá. No es solo una librería, sino una asociación cultural, donde cualquier persona puede hacer demostración de su talento, y asombrar al mundo, (o al barrio al menos).
O que un profesor, antes de frustrarse en su clase, pueda tomarse un café con los mejores compañeros que puedan existir; Cervantes, Hemingway, Delibes.
El otro día entró un hombre a la librería, y después de explicarle la filosofía, me estrechó la mano, y me dijo: -Muchas gracias, a mi no me gusta nada leer, pero muchas gracias por existir. Y se fue por donde vino. Cuando algunas noches, en mi casa, me siento impotente por la lentitud de la burocracia de este país, recuerdo esas palabras, y me doy cuenta de que merece la pena.
Sé que estas palabras tendrían que haber sido otra cosa, una defensa a ultranza de la letra escrita, pero no quería que la gente pensara en nosotros como una librería convencional, sino como un local para crear experiencias, un lugar de encuentro, un escondite.
Ni siquiera creo que tenga derecho de pedirles una oportunidad, hay millares de librerías mejores que la nuestra, pero les aseguro que la nuestra es diferente. Vale la pena venir, se lo aseguro.”