Los hermanos Jiménez Barbero aprendieron a valorar la materia prima saludable y de calidad en la carnicería familiar. Bien entrado el siglo XXI, decidieron elevarse sobre sus mayores y controlar todo el proceso de producción de la carne de vacuno que venden al por mayor y al por menor y que se puede degustar en La Estancia, el restaurante de la casa.
La mixtura de razas y piensos, la calidad del agua que beben los animales y las condiciones de estabulamiento en que se encuentran se han definido con el doble objetivo de garantizar que la carne que llega al consumidor cumple con los más altos estándares de calidad y sabor, por un lado, y que los animales tengan una vida… feliz, por otro. Las terneras, vacas y bueyes de La Finca presentan un aspecto limpio y lustroso, no están hacinados ni ansiosos. Por eso sus ganaderos y comercializadores los definen como animales felices. Y vigilan desde el laboratorio y a pie de campo que las sucesivas generaciones también lo sean. Si optas por conocer el espacio gastronómico de La Finca a través de su menú degustación, podrás concertar una cita para que te hagan una visita guiada por la explotación.
Dentro y fuera del menú, la propuesta de La Estancia se basa, lógicamente, en la carne de vacuno. El restaurante transmite calidez y confortabilidad a través de un ambiente que recoge el de los asadores tradicionales y lo suaviza y enriquece con una decoración moderna sin estridencias.
El steak tartar es más que recomendable, sobre todo por su aliño respetuoso con la carne. Solo al final del bocado sientes un alfilerazo de picante, y se agradece, consigue que no te satures de hemoglobina. Viene acompañado de pan carasau o ‘papel musical’ (por su cualidad crujiente), receta originaria de Cerdeña.
El chef Julio Reoyo, especialista en casquería, ha asesorado a los Jiménez Barbero en la confección de la carta. A él hay que agradecerle las sorprendentes y finas mollejas de ternera con alioli de aceitunas verdes.
Horas de cocción y días de reposo son la clave de la buena factura del guiso de morro y pata de ternera. Incluye un ramillete de hierbas que aporta complejidad y adensa los sabores. Mejor para compartir entre más de dos comensales.
Entre los cortes mayores hay un entrecot de ternera rosada, cruce de retinta y charolesa, que es el colmo de la terneza y tiene mucha personalidad. No se vendría abajo ante (presuntos) entrecots de buey y chuletones de otros (muchos) establecimientos.
Los postres caseros podrían ser aquí irrelevantes, pero la realidad es que conviene dejarles que jueguen su rol. El flan de queso con mosto fresco y helado de romero es fresco, armonioso y en definitiva, está buenísimo. La mousse de chocolate con helado de cardamomo y teja de cítricos no desmerece.
La carta de vinos incluye numerosas referencias de Madrid que ponen en valor la uva garnacha de la región. La cerveza es de grifo y también de Madrid: La Virgen.
Una brillante iniciativa la de los promotores de La Finca de Jiménez Barbero. Que sigan procurando la felicidad de propios y ajenos por muchos años, pues.
Precio medio: 45 – 55 € por persona.
Horario:
Lunes a viernes: 12:00 – 16:15.
Un sábado al mes, visita guiada y menú degustación: 12:00 – 16:15.
Carretera de Robledo, km 1,800. Colmenar del Arroyo.