Carmen Martín Gaite (1925 – 2000) fue una escritora de origen provinciano y burgués que se levantó sobre las más convencionales posibilidades de futuro que le ofrecía su ambiente para desarrollar una fructífera carrera como novelista, cuentista y ensayista de éxito editorial y prestigio entre la crítica, además de realizar traducciones y redactar guiones para series de televisión.
Uno de los principales temas de fondo de su producción literaria, en consonancia con las circunstancias que pudo vivir o analizar de su Salamanca natal, es el de la mujer que lucha contra un entorno opresivo en busca de una identidad propia, es decir el descubrimiento de sus auténticos deseos y de la consecución de estos. Probablemente este elemento del perfil de Carmen Martín Gaite fue uno de los que atrajo a su figura a Noelia Adánez, creadora del proyecto Mujeres que se atreven para Teatro del Barrio, que decidió convertirla en la protagonista de la tercera entrega.
La actriz Nieves de Medina encarna de manera veraz y empática a una Martín Gaite evocadora de su realización en la literatura, amante de la conversación inteligente y el baile liberador y doliente por la pérdida de sus hijos, sobre todo de Marta (su hijo Miguel murió a los siete meses de vida de meningitis), quien según vemos sobre las tablas la fascinaba por su manera de ser joven, tan distinta a la que ella, Carmen, pudo vivir y vivió. Hay incomprensión pero respeto por esa vida acelerada, esa vocación de liberarse de nadie ni nada en concreto sin instituciones sociales tan determinadas por un sistema político como el franquismo a las que oponerse. La vida de Marta terminó a sus 33 años a causa del VIH.
Como en el caso de Emilia y Gloria, las partes precedentes de Mujeres que se atreven, la obra es un monólogo en el que sobre el escenario solo aparecen los elementos imprescindibles para el juego de la palabra y el gesto de la actriz. En esta ocasión, el juego lo dirige, con medido pulso, Ximena Vera.
Quizá por las propias características del personaje representado, que nunca renunció a cierta premiosidad provinciana a pesar de su adscripción sucesiva a la modernidad, la obra en conjunto nos resultó menos electrizante y absorbente que sus predecesoras del ciclo, a pesar de que, como en aquellas, incluso se incita a que el público participe en algún momento musical. Los demás espectadores, y en día de estreno, también despidieron con aplausos cómplices, pero no exaltados, a las artífices de Carmiña.
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