Bodegas Ricla fue una tienda de vinos entre 1867 y 1910, y desde entonces hasta siempre, esperamos, ha sido, es y tiene todo para seguir siendo un tabernón con mucho en muy poco espacio: dos grifos de bronce, una barra de estaño, dos barras de mármol travertino, la columna de hierro fundido original del edificio en el que está ubicado, los callos que hace la matriarca del lugar a fuego lento todas las mañanas y…
Y la experiencia Ricla, entrar en el juego que reparte la familia Lage desde detrás de las barras, Ana María a los fogones (a la vista) y sus dos hijos templando y mandando en las conversaciones mientras despachan vinos seleccionados con cuidado, cañas correctas y uno de los mejores vermús de Madrid.
El local sufrió su última reforma profunda después de la Guerra Civil, pero mantuvo el nombre, Ricla, el del pueblo aragonés de quienes lo abrieron al público, y la luz amagada de las bodegas y tabernas del siglo XIX.
Si no eres de callos, tírale al bacalao en aceite o a los embutidos, todo a precios medios.
Lo escrito más arriba: ¡Larga vida!
- Bodegas Ricla
¡Somos muy fans de su vermu! 🙂